Aquiles García Brito | Poemas Éditos e Inéditos 2011-2016





De: La voz mirada (2011)



EL RELOJ

El reloj 
se me olvida con frecuencia, 
pero tú 
en un gesto de amor me lo recuerdas: 
El tiempo, 
se te va el tiempo. 



EN UNA BAHÍA PERDIDA


         En una bahía perdida
existe una encantada ciudad abstracta 
        de violáceo pavimento, 
          difuminado lugar,
             volátil sueño,
al que puedes entrar cuando quieras,
           no tiene puertas
           y está en el cielo.
    Allí vivo, en un dorado palacio
        mas frágil que la caña,
donde se alzan las voluptuosas olas
y descienden retorcidas columnas, 
          primero poeta
   poniendo medida a la rosa,
    luego jinete en el rocío,
            después
     Zarcillos cruzando la calle Noche.
Al cabo, estupefacto de consumir Universo. 
                Y ahora,
     postrado en el lecho de Nada,
        atado de manos y pies
       por miserables cuerdas, 
        reposando sobre mí
        el peso de La Loza. 


LAS HORAS DEL AMOR 


El mar no tiene tiempo, 
es la felicidad. 
Las olas van 
y vuelven al mismo agua. 
Mira desde aquí, ahora, quieta 
y veras que ni las embarcaciones 
padecen cambios. 
Así nosotros, 
hallarnos, la conquista, 
el compromiso fiel, 
un rato sólo. 
No hagas las cuentas de avaros ridículos. 
Las horas del amor 
son inconmensurables y contadas, 
como las épocas del mar, sin tiempo. 



NAUFRAGIO


En el supuesto
De que en este océano de los libros
Donde nado náufrago,
Alcanzara algunas vez muelle,
Avistara tierra de ínfimo islote,
Bebiera un espejismo ineludible
Siquiera…
¿Qué ojos se apartarían de la imagen
Para posarse en unos miserables metros
Antes de, impunes,
Tirarlos a este maremágnum
De letras olvidadas,
Cuando anochece sobre mi deriva,
Lo profundo abisal
De individuales conjeturas
Que se hunden?



PHOENIX CANARIENSIS

El columpio que me llevaba, 
me traía y de nuevo ahora 
me eleva a su follaje, 
es la misma certeza
que bajo su fresca caricia 
adquirí en la fugaz infancia: 
Esta es mi casa. 
Cuna de dioses mitológicos, 
árbol de vida, hija del mar 
en los reinos antiguos,
la rosa de los vientos 
que un millón de sueños al joven 
señaló en todas direcciones. 
Sin embargo hoy, 
tiene una difícil tarea, 
cargando el saco del cansancio 
duro se me hace el juego, 
imposible alcanzar 
con el propio impulso la brújula 
de sus hojas abiertas siempre.
Y sé 
que no debo esperar jamás 
el renacer de un pájaro único. 

Hábitat protector, 
palmera canariensis, 
El ave fénix que resurja 
de sus cenizas esta vez, 
debo ser yo.



SONETO


Cada libro alrededor de la cama 
tirado, en desorden cada volumen, 
es una ilusión que quiso ser culmen, 
sueño incompleto, una parte de tanta

vida ajena que no llega a ser tu alma. 
Cada relato escrito a la mitad 
viaje aplazado sin caducidad, 
los poemas rotos, renuncia clara.

De aquellos al rescate tus abrazos 
acudieron, de éstos fueron tus besos 
los que me apartaron apasionados

para comenzar periplos lejanos. 
Quiero creer que son tus recovecos 
los que me hacen olvidar otros barcos.





De: Otro uno, reparto y localizaciones (2014)



CANCIÓN DE LAS BANDERAS


A mi no me gustan las banderas, 
Pero no me gustan de verdad.
A mí que no me gustan no sé
Cómo me han podido embaucar.

Yo que las he desdeñado todas,
Las mas grandes, también las mas altas,
Y las mas ondulantes primero,
Por estas que no defienden nada

Yo, que sí aborrezco las banderas,
Que las deploro de verdad,
Yo es que no se ni cuándo ni cómo,
Cómo me he dejado engañar.

Jamás he bailado en las fiestas
Bajo pequeñas de colorines,
Sobre la que tapa el orín
Corrupto del fin incomprensible,

No lloro, tampoco gimoteo.
Si no me gustan de ningún tipo,
Por qué empuño la que sólo sirve
Para encolerizar  al vecino.

Si a mi no me gustan las banderas.
Pero no me gustan de verdad.
A mí que no me gustan no sé
Cómo me han podido embaucar.



EL SICARIO


Tiempo ha, 
te presentaste 
para mostrarme qué se interponía 
entre yo y las mujeres. 
Maté a mi padre. 
No fue  impune, pues dejé de ser niño.
Después, 
arrastraste cadenas ante mí 
y maté un policía que llevaba muy dentro, 
al fondo. 
Hoy tengo conocidos en el cuerpo 
y veo las cosas de otra manera, 
no tan estricta.
Ahora vuelves, 
muestras tus ojos de novillo 
y señalas  con un círculo el mapa. 
Preparo el arma contra Nestor 
que arenga «nadie, pues, tenga prisa 
hasta dormir con la esposa, 
la hermana 
o la hija del vecino».
En el futuro seguiré asesinando a los  deiformes
que hieren de lejos, 
desde muy lejos, 
en este caballo de Troya.


FLOR AVE DEL PARAÍSO


No hay flor que cante
ni pájaro que huela mejor
que el verso de un amigo. 



LA AZOTEA


Te narro
Que le tiré los versos por el  piso 
aunque los versos cogieron tensión 
como liñas y se elevaron 
y ¿qué tienen las liñas?
Sábanas grandes,  sábanas muy blancas, 
¿Qué las sábanas blancas sino nubes?
Las nubes que no viajan, sí, 
siempre en el mismo sitio.
A la pregunta de cuál es el suyo
te responderá una madre,
pero ¿dónde encontrar a una madre a estas horas?
En la azotea,
haciendo cosquillas a las nubes
tendidas en los versos, para que el hijo
aprecie la amplitud.

Las nubes nos hacen volar,

Así qué tirar los versos al bardo
según confieso que hice
es romper la cometa a un niño.
Y no valen excusas.

Cuando las nubes no se ven 
Es porque la madre las ha doblado,
cuando no está la madre
es porque Dios la ha recogido
en el barreño azul,
cuando dices no tener azotea 
porque hace inviernos que no subes,
cuando aseguras que ya no se tiende,
como diciendo la poesía ya no sirve,
que ya no vuelas
—todo lo más recorres pasillos aéreos
de otros cargado de equipaje —.

Insisto, los tiré
a modo  de hebras por la pila 
creyendo acabar con la rabia,
pero él ocupa aún lo profundo
y se clava como una citación 
ineludible.



PRECES


Muy superior a mí no siendo nada 
En la atómica red y las estrellas 
Sin encontrar por esconder la noche 
La figura de un padre 
Tan afines a mi en los absurdos 
Los transeúntes de la gran metrópoli 
Los que trasiegan en el campo y el mar 
No llegando al deshacer esta noche 
Los caminos y vías 
Mi reposo rendido a la negrura 
De la lombriz que agujerea el alma 
Sin que conozca por estar la noche 
Como la guerra hace
Plantando con locura lo demente

Esta mujer que madre fue y lavó 
Las humildes vestimentas de su hijo 
Me llevará a la orilla en donde blancas 
Alegraron el cielo 
Con volar superior al de los serafines

Sin fuerza ya la parásita noche
tanto al anuncio como al fin
me guiará esta cuna que fue
         luz inferior a nadie.



TORMENTA NOCTURNA
Con agradecimiento, a Eugenio Padorno


La tormenta que viene por la noche
No allana la bahía.
Prefiere agazaparse,
Pernocta lejos.

Altísimo empuja
Un bosque oscuro,
Donde cuelga guirnaldas delatoras,
Y así desvela el alumbrado
Amarillo de la ciudad.
Y nos deja entrever su fronda
Cuando todo esclarece.

Entre las islas y la luna,
En el aire fondea
Una borrasca,
Y a cuestas trae un bosque frío;
La voz envía de sus animales.

Como la madre al hijo
Con los cuentos y nanas.




De: Isla y vuelta (2016)



EL NACIENTE 



Cerca
había 
un naciente 
Y
en
él
me 
zambullí 
A la espera de que el río futuro 
     Cauce 
     de 
   fluir
desbordado 
Me meza 


LA CALLE


También está la calle, 
aquella de la que le dicen 
salga usted a la calle, 
como si allí anidara un árbol 
fronda de la mañana 
o enraizara un pájaro á
ángeles en los ojos de los perros. 
La primera víctima de la suerte 
la margarita fue 
y fuera retoza el azar. 
Porque la calle es fuera 
y azar la suerte 
los que van a morir ni se saludan. 
Está la calle, 
mas tienen dueños todas. 
«La calle es mía» 
suena en el encéfalo del reptil 
que vocifera entre los menhires 
desentendidos. 

También está la calle, sí, 
Pero como si no. 

NO ME HAS PERDONADO 


No me has perdonado lo que no te hice. 
No olvidas 
mi mal comportamiento en los banquetes 
que no estuve porque no me invitaste. 
Sencillamente, no me aceptas aún. 
De repente, me llamas a tus filas, 
«hay que apagar un fuego que arde», ordenas 
y he de acudir y permanecer firme. 
Ya te lo dije cuando no charlamos, 
«no me ondees banderas en la cara» 
porque puede apagarse sin que sople 
ni lo más mínimo. 
¿Cómo defenderíamos entonces 
que no nos conocemos todavía? 
Sin las ganas que no me das 
iré, 
pero te advierto: 
no es bueno que me vengas con el llanto 
de un niño. 



PIÉLAGO CON ISLA 
A Antonio Padrón. In memoria

El mar 
es aquel otro menos extraño que el aire 
de las gaviotas nuevas; hace olvidar el sol 
y mantiene en el sueño aún, puro del piélago, 
tierra clara de la ida. 
Con otra forma 
cubre el islote 
tras una bruma, 
o suerte anfibia, 
oculto de los pájaros 
para ulterior huracán. 
¡Que le dicen que vaya! ¡Que ascienda! 
Pero ya en la vuelta está inmerso 

al fin. 




PLAYA DE LUIS

A Luis Natera Mayor

Hay que entrar en el patio del colegio
y no fijarse en el niño, una salpicadura,
sino empaparse de la edad
rebosante, océano acogedor.

Eso me digo me dijiste
al meter el mar en un hoyo.


Remas tú ahora de espaldas al sol
hacia el edén, ya playa,
un arenal templado,
sal para los bañistas,
de nuestro juego del  membrillo,
hoy te aseguro.


Las Palmas de Gran Canaria, a 9/julio/2013








De: Puerta de embarque (Inédito, 2016)



DEPARTURES 

Todos los vuelos 
en la más absoluta 
normalidad. 


DUBLÍN 


Mujer, 
de qué serías símbolo 
de pie en la noche, 
tus ojos más allá de nuestros años 
—él elucubra—, 
alongada a una música distante 
que no interpreto yo, 
hombre de piedra a la mitad del puente. 
Metáfora de qué, 
esposa, 
si no el descapotable rojo, 
sino del vuelo esquivo 
que, ave tú, mi palabra 
de cuando había sol, persigue... 

El cielo galopó sobre él, opaco, 
y el coche matinal seguía el rumbo. 

Ninguna nota nos recuerda 
si aquella vez, los dos, 
alcanzaron a oír la melodía. 



TELÉFONO PARA LA OSCURIDAD 


Sonó un teléfono para la oscuridad; 
dejar el no dormir cosa de tres timbrazos,
quizás alguno más. 
Un interruptor hizo clic 
y, luego, el rechinar fue óseo. 
Tras el descuelgue 
después del crujir de resortes, 
de alguna forma hálito favorable a la malicia, 
Amante vio clarito. 

Lo llevadero, 
para él la espera 
entre los encendidos de farolas, 
en la penumbra y sombras de rincones, 
además del claroscuro gentío, 
reducido a un deslumbre. 
Un lapidario «muerto» oyó, 
«estás muerto», del otro lado. 




AQUILES GARCÍA BRITO, Nació en Las Palmas de Gran Canaria, en 1959. Desarrolló su vida laboral como directivo de banca en las Islas Canarias. En narrativa, sus cuentos han sido incluidos desde 2009 en ocho antologías de diferentes editoriales. Algunos de sus poemarios son: La voz mirada (2011);  Otro uno, reparto y localizaciones, dentro del volumen Otro uno, desconsuelo, junto con el autor Adolfo García García(2014); El corazón en la esquina, dentro del volumen Galaxias, junto a doce poetas de África, Europa, América y las Islas Canarias (2014); El vendedor de caracolas, antología bilingüe en español  y rumano en la Biblioteca Universal de la Universidad de Bucarets (Bucarets, 2015); Isla y vuelta (LPGC, 2016). Incluido en la publicación  Álbum de poesía, editada en Brasil con motivo de la celebración del Campeonato Mundial de Fútbol 2014. Los poemas «Esperando la visita», y «Comida casera» se incluyen en el proyecto Art Food para comerte mejor (en soporte CD LPGC, 2011). Ha publicado poesía y crítica literaria en las revistas Orizont Literar Contemporan, de Bucarets, Isla Negra de Italia, Cultura Colectiva, de Méjico, Arte y Cultura, de Las Palmas de Gran Canaria, El Diario de Avisos de Santa Cruz de Tenerife, y en El Diario.es.  Es presidente de la Nueva Asociación Canaria para la Edición (NACE) y miembro de la ACAE. Mantiene el blog «La voz mirada»: http://aquilesgarciabrito.wordpress.com/