Horacio Preler | Poesía 1973-2013 Textos seleccionados y organizados por César Cantoni




De: Lo abstracto y lo concreto (1973)


SÍMBOLOS

Un extranjero recorre las calles
de una ciudad desconocida.
El misterio se encierra
en los extraños laberintos.
Los hombres pasan unos junto a otros,
sólo los viejos conocidos se saludan
con las ceremonias de costumbre.
Nos entendemos pobremente,
apenas delineamos los contornos del gesto
articulando símbolos heroicos
para superar el desamparo.


MEDIOCRIDAD

La natural mediocridad a todos nos concierne,
nos acompaña en las extrañas actitudes
con que desarrollamos una idea.
Es el atuendo insospechado del concepto,
la libertad del incipiente ser
que elude su propio fundamento.
Es más aún,
la posibilidad de morir sin estridencias. 



De: La razón migratoria (1977)


LA MUERTE DE UN POETA

Un poeta muere como cualquier hombre.
Se desploma de pronto
o padece una larga enfermedad.
Abandona entonces a sus hijos,
sus afectos y sus pequeños lujos:
su infancia,
la carta de un amigo
y algunos libros que lo encallecieron.
Además,
los poemas que nadie escribirá por él.


EL SEÑOR GIANNI

Todas las tardes junta las hojas
que el viento ha volteado
y las mete en un hoyo.
Enciende una fogata y espera.
Después riega las plantas,
va de aquí para allá
atento a cada extraño brote,
cuidando que todo crezca en orden,
que nada perturbe su labor,
como un dios que no ha perdido la esperanza. 



De: Lo real, nuestra casa (1991)


CASA VACÍA


Alguien alguna vez hará el inventario de las cosas,
levantará papeles, abrirá los cajones de un escritorio
antiguo, revisará bibliotecas, estanterías,
muebles, aparatos usados, buscando explicación
a tanta fantasía.
Nada perdurará para dar testimonio.
Uno se lleva todo. Sus historias,
la clave de sus miedos, la lóbrega codicia,
la indiferencia, el odio,
los almanaques viejos.
Entonces encontrarán escobas en todos los rincones,
trapos de piso, humedad,
los restos de comida que han quedado en el plato.


PAÍSES

El viaje es a la medida del dolor.
Entregar la mano, sentir los dedos,
las huellas digitales, la sangre que llega
desde triste frontera.
Sentir el peso del esqueleto madurando,
dibujando círculos para obtener un punto de partida,
un leño navegando en un extraño río. Respirar
con la boca entreabierta, mirar hacia delante
y hacia atrás, hurgar en los bolsillos,
secarse las lágrimas, quitarse los zapatos
para crear una frase común.
Hay esquinas que parecían países, murmullos, ecos,
países que no tenían ciudades, llanuras
ni mares interiores, vacíos por dentro,
países, en fin, hechos sólo para morir.



De: Zona se entendimiento (1999)


CUERPO Y ALMA


El alma soporta la idea de la muerte
sola en su misión,
apenas apoyada en la fragilidad del cuerpo.
Un incipiente calendario
le arroja algo de esperanza,
le insinúa la penumbra del ojo
por la ventana entreabierta de la realidad.
Nada le ofrece protección
y la idea desciende como el rocío
sobre los techos de las casas.
Cuerpo y alma suspendidos sobre el vacío,
colgando de una soga,
materia descreída,
ojo lisiado enfrentando la oscuridad.


LAS LLAVES


La tarde resta a la vida
semanas de silencios.
La niebla confunde al viajero
en la vía muerta de una ciudad cercada.
Es poco para un desconocido que ve la aurora
desde la morada del llanto.
Las preguntas apuran al desprevenido,
casi sin equipaje,
casi al borde de la muerte,
empeñado en abrir puertas
y buscar las llaves sin retorno
de la sabiduría absoluta,
llaves que el viajero había perdido,
sin saberlo,
en el momento de partir.


ZONA DE ENTENDIMIENTO


A veces pensamos que la soledad
es una cosa que podemos manejar
como si fuera una materia inerte.
Vemos la claridad desde la ventana
mientras la brisa mueve las cortinas.
El perro duerme debajo de la silla
y las horas pasan
como un ciego tanteando las baldosas.
En la mesa se amontonan libros y papeles.
Entonces nos acomodamos en un rincón
y buscamos imágenes de un paisaje ignorado.
Todo el silencio regresa de la calle
y se sitúa en la casa.
Nada se mueve, nadie habla.
La tarde es un atajo,
una zona de entendimiento
que nos mira desde la eternidad.



De: Aquello que uno ama (2006)


CERCA DE MÍ


Cerca de mí,
todo está cerca de mí.
Los libros de la vitrina,
las hojas en blanco
y las reminiscencias de la noche.
Cerca está la vida despojada,
los recuerdos que estructuran el alma
y la mirada que partió.
Cerca, muy cerca está la lluvia,
la solitaria lluvia.


EL INVIERNO LLEGA


El invierno llega
y se arrastra por la memoria.
El corazón de un viejo
llama a las puertas de las casas vacías
y no encuentra respuesta.
El frío penetra hasta los huesos
y el desamparo se dispersa en el viento
como el celo de una mariposa.



De: La vida se interroga (2012)



Tras las rejas del tiempo
los años han creado un reloj
que marca la región inalcanzable del poema.
El cuerpo dirige su mano multiforme
hacia el fatalismo de la verdad
que abre la puerta secreta de la melancolía.
Con el corazón desarraigado,
un antiguo habitante de la noche
recorre la infinita tristeza de las piedras.


IX

Horizontal como la niebla
un dios muerto resucita cada día
el efímero goce del amor.
En un lugar de su mundo
los insectos trabajan con la piedra
y cavan galerías
que dan al otro lado de la angustia.
Es el milagro de la vida,
la búsqueda de extrañas aberturas
para instalar un mito.
Sorprendido en su buena fe
un espejo espera encontrar
la imagen de la verdad.
Entonces sueña como un pájaro abandonado
en el páramo de lo desconocido.


XIV

Dejamos la casa.
Los cimientos no nos pertenecen,
la tierra tampoco.
Las plantas, las flores, los pájaros,
la dulce primavera
y el cruel invierno,
la soledad más estricta,
todo lo hemos heredado.


SOLEDAD

El invierno llega
para instalarse en la mueca de los días.
La impaciencia del olvido
se arrastrará por la memoria
y el corazón de un viejo, herido de muerte,
llama a las puertas de las casas vacías.
Un escarabajo destruye
el regocijo del amanecer
y las raíces de los árboles
sienten el dolor del parque abandonado.
Las baldosas sueltas de la calle
miden el paso de los que se detuvieron sin llamar.
El frío nos cala hasta los huesos,
entonces, la soledad se dispersa en el viento
como el celo de una mariposa.


EL ÁRBOL DEL PARAÍSO


No es una planta de naranja lima
ni el árbol del Paraíso,
es un naranjo común bajo la luz del sol.
En él se detiene la tarde
mientras un pájaro arrebata el horizonte
y se fusiona con la noche.
Es un lugar común
como la melancolía de los sentidos.
Bajo la sombra del naranjo pasan los días
y se presiente el fin del verano.
El corazón conoce
la altura de los sueños
que tiene un nombre original.
La lluvia hiere indiferente
la tierra que redime.
Bajo la ingenua mirada del naranjo
toda la vida es un devenir de sombras
que se parece al Paraíso.



De: Pájaros oscuros (2013)


XIII

Los ojos de la verdad se pierden en la niebla
y el canto rodado de la noche
interroga el recodo del camino.
El junco envejecido
llama a la puerta del viento
y el silencio cicatriza el pequeño milagro de la voz.
Un bosque iluminado
busca la luz amarga del olvido.


XIV

El árbol de la verde claridad
araña por un instante el corazón del agua
y la sombra del pino se transforma en rumor,
se pierde en claro desconcierto
y entra en la maleza del otoño.
Su sombra se agranda cada día
confundida con los antiguos muertos
que fraternizan en el silencio de la lápida,
tratados con dureza por el mito,
extraña debilidad de la leyenda
cercada por incrédulas memorias,
separadas del tiempo por una lengua corrompida.


XXIII

He comenzado a ver la historia
como un muerto indeseable.
Regresamos a la casa donde se encuentra la simiente
y la reja del arado derriba la caverna oscura del ayer.
El tiempo determina la fatiga de los árboles
y los días lastiman el corazón del alma solitaria.
El hombre se desplaza entre imágenes
y busca el ritual de la noche,
pero nuestra morada está en el luto,
mesas vacías,
ventanas devastadas
que sólo ven la muerte y el exilio.
Nuestra vida se esfuma sin retorno,
sin gloria,
la misma sombra frente a nuestros ojos,
el mismo pan amargo.


XXV

Los ángeles se pudren
en el ala quebrada de la espera.
Ellos vigilan atentos
a cualquier visión esperanzada,
a cualquier rencor que pueda superarlos.
Los ojos regresan al pasado
y sienten el dolor que puebla las espinas.
Las grises arañas de la melancolía
oyen el susurro de la niebla,
principio y fin de la palabra
que aquieta las heridas.
Un ángel reza y su voz se levanta,
ociosa, seductora,
sobre el frío de los sentimientos.


XXVI

El ritual de los hombres es azuzar al viento
y abandonar su propia mansedumbre.
El sol refleja las palabras vacuas
y la lluvia comparte la soledad de las espinas.
Los sueños se precipitan al vacío
y un trago de veneno nos invade
mintiendo a la fidelidad de los sentidos
como una lágrima en el ojo de la noche.
La memoria es un perro
que mastica las cuerdas del ayer
y acumulamos rencores que el tiempo
despojó de sus miserias.
Todo lo que avizoramos
es la tumba de un dios abandonado
regresando de una región que apenas conocemos.



HORACIO PRELER nació en La Plata el 21 de septiembre de 1929 y falleció en la misma ciudad el 6 de agosto de 2015. Fue abogado y poeta. Publicó los siguientes libros de poesía: Institución de la tristeza (1966), Lo abstracto y lo concreto (1973), La Razón migratoria (1977), El ojo y la piedra (1981), Lo real, nuestra casa (1991), Oscura memoria (1992), Zona de entendimiento (1999), Silencio de hierba (2001), Casa vacía (2003), Aquello que uno ama (2006), La vida se interroga (2012) y Pájaros oscuros (2013). Poemas suyos fueron incluidos en diversas antologías poéticas y publicados en numerosos medios gráficos y electrónicos, como así también traducidos al portugués y al italiano. Obtuvo, entre otras distinciones, la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1981), el Premio Consagración de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires (1996) y el Premio de Poesía (trienio 2001/2003) de la Academia Argentina de Letras por Silencio de hierba. Según un comentario publicado en el diario Los Andes de Mendoza el 22 de noviembre de 1981, la poesía de Preler expresa “una verdad que surge del enfrentamiento de la conciencia lúcida del autor con su mundo circundante. Si nada tiene que ver esta poesía con  la orientada por las pautas del realismo histórico y, mucho menos, con lo que ha dado en denominarse ‘poesía social’, es evidente que asume la gran circunstancia de espacio y tiempo en que le ha tocado vivir al poeta.  Su voz denuncia, de modo tácito, la sombría desolación, la indigencia y la pesadumbre que vive el hombre de este ‘aquí y ahora’, proyectando sus amargas reflexiones hacia un orbe metafísico”.