Antonio Arroyo Silva | Sobre la poesía de Canarias



La poesía de Canarias se puede definir como un hecho singular desde el momento que esta cumple su mayoría de edad y se pone a dialogar con poéticas de otras latitudes extrapeninsulares.

Esa madurez no supone una tendencia a la homogeneización de la expresión y el contenido sino un afán dialogante que enriquece y, al mismo tiempo, nutre y amplía. En esa diversidad estaba la universalidad a la que aspiraba nuestra literatura en unas circunstancias culturales e ideológicas que el academicismo literario denominó modernismo.

Realmente se trataba de una ruptura con el pensamiento y la expresión centralizadoras de la metrópoli cultural. Así toma relieve la literatura de la llamada periferia, libre ya de ataduras e impurezas de ese centro irradiador.

Rubén Darío nos enseñó por primera vez la tremenda fuerza que tiene ese castellano limítrofe. Un castellano mucho más rico y vivo que el peninsular porque partía de un coloquialismo primordial para la poesía y por esa naturalidad que desbordaba todos los determinismos y moldes de la Academia. Por otra parte, por supuesto, está la mencionada voluntad de diálogo con otras culturas y con otras lenguas. De esta manera, el centro irradiador se transforma en centro irradiado.

¿Qué ocurrió entonces? Que los poetas españoles y, digamos, también la crítica academicista peninsular, calcaron los moldes de Darío, con lo que el denominado modernismo español perdió esa naturalidad necesaria y cayó en lo artificioso y preestablecido. Casi podríamos afirmar que en Canarias ocurrió lo mismo de no ser por un grupo de poetas entre los que destaca Alonso Quesada cuya expresión evolucionó hasta planteamientos prevanguardistas.

Su poesía se hace intimista pero ligera de equipaje y, por tanto, su lenguaje cobra conciencia de sí mismo y de quien lo respira. El paisaje del poema es canario pero también universal ya que el poeta funda, digamos, por primera vez en nuestra historia literaria esa hondura vital que se traduce palabra y silencio.

Con este ejemplo y con algunos más, surgen en Canarias los movimientos vanguardistas entre 1920 y 1936, cuyas inquietudes, manifiestos y primeras publicaciones giran en torno a revistas como La Rosa de los Vientos, Cartones, etc. A principios de la década de los 30, tuvo lugar en Tenerife una exposición surrealista a la que acudieron los máximos representantes del movimiento parisino André Breton y Benjamín Peret a instancias de nuestro gran baluarte en París el pintor Óscar Domínguez. Bretón afirmó entonces que Canarias era tierra surrealista. Playas de arena negra, mares de nubes… Lugar onírico. Por eso no le extrañó que tal movimiento surgiera con tanta fuerza y pureza por estos lares.

Incluso poetas como Pedro García Cabrera y Emeterio Gutiérrez Albelo casi prescindieron del automatismo programático. Dicho «automatismo» ya se respiraba por aquí y no solo en la literatura («A la mar fui por naranjas…»).

Todo estaba dispuesto, los ingredientes sobre la mesa….Pero nos vino la Guerra Civil Española y, en Canarias, donde no hubo frentes de batalla se sufrió especialmente. Esta guerra entre otras cosas importantísimas cercenó esos logros culturales y, salvo excepciones, la poesía volvió a los cauces anteriores del modernismo epigonal, hasta que surge la poesía social y comprometida. Tiempos difíciles para la poesía: entonces esta, sin dejar de ser paloma se transforma en herramienta. Habían descuartizado la libertad y por tanto la sensibilidad libre para crear. Muchos intelectuales canarios, muchos obreros del pensamiento y las manos tuvieron que exiliarse buscando esa libertad que les era negada o simplemente huyendo de la represión. Otros se quedaron en Canarias y renunciaron al llamado exilio interior por encima del terror impuesto por el régimen franquista. Dieron la cara. Un caso destacado es el de Pedro Lezcano y los poetas de la Antología Cercada. El poema se hace panfleto que denuncia la represión, habla de la ética ciudadana y humana. Poesía-herramienta necesaria. Pero que nada aporta a la Poesía y poco a la Humanidad misma. Además, su expresión había caído en los mismos moldes y estereotipos de los denunciados represores. Muchos poetas de entonces, sin dejar sus compromisos político-sociales, cayeron en esta cuenta y se inclinaron hacia un verbalismo más personal e indagatorio del espíritu humano, con lo que su poesía se hace más honda y de nuevo más coloquial. Es el caso de Pedro Lezcano, como no, y de Juan Jiménez, entre otros.

La poesía existencial tampoco aportó mucho a esta evolución, se caía con frecuencia en aquellos lugares comunes que vacían el habla de sentido y que hacen perder a la palabra su impronta plástica. Además, estaba el vacío cultural que los exilios exteriores e interiores habían dejado en el ambiente.

Pero en los 70 todo empieza a cambiar. Dada esa época convulsa de aperturismos, se habla de compromiso social y ético pero con una suerte de nihilismo sentimental que rompía con la cultura impuesta por la metrópoli. Se trata de nuevo de una poesía dialogante ya no solo con las demás poéticas, como ocurrió con las vanguardias, sino con la música anglosajona, sobre todo el jazz y esta nos conectaba también con nuestra africanidad. Por otra parte también resurgen escritores silenciados por la represión como Pedro García Cabrera. Es lógico y consecuente que también hubiera una reivindicación de los movimientos vanguardistas canarios de principios de siglo tanto tiempo silenciados y que se hicieran estudios y publicaciones de ello.

Actualmente, se puede hablar de una eclosión de la poesía canaria, si se quiere, aún mayor que aquéllas de los 30 ó los 70. Sin embargo, apenas existe crítica especializada que la sitúe, lo cual produce un efecto alejamiento de esta poesía de sus raíces coloquiales con el riesgo de perder su naturalidad y viveza verbal. Sin embargo, dada la cercanía, una valoración historicista casi estaría de más.

La cuestión es no parar esta oleada, pero sin seguir las modas y los moldes. A contracorriente si fuera preciso pero con la palabra limpia de impurezas que la asfixien. En su justa habitación. Con la palabra dialogante y certera.


Los Barros, subida a Taburiente
27 de agosto de 2009.




El ensayo «Sobre la poesía de Canarias» está tomado del libro La palabra devagar de Antonio Arroyo Silva, Ediciones Aguere, Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria, 2012, pp. 23-26. ANALECTA LITERARIA agradece al autor y al editor el consentimiento para publicarlo.